Ya hace tiempo que el término ‘sostenible’ se relaciona con la gestión forestal, como en su momento pasó con la producción integrada y la agricultura. Estos conceptos resultantes han representado un cambio de gestión de los territorios rurales desde el punto de vista económico, social y laboral.
Los bosques, como ecosistemas que son, promueven la modificación continua de su entorno. En la región mediterránea, implican una gran biodiversidad que permite que el ecosistema sea globalmente sostenible. Además, los bosques mediterráneos tienen otras características: deben hacer frente a riesgos como el fuego y convivir con su compleja rentabilidad.
Todas estas situaciones hacen necesaria la promoción de una gestión integral y sostenible del bosque y de las superficies agrarias y forestales que lo rodean. Se trata de un reto más de nuestro presente, en el que los gobiernos, empresas y ciudadanos están llamados por las Naciones Unidas a reducir las actividades que contribuyen al cambio climático y, a la vez cumplir, con los ambiciosos objetivos planteados en los ámbitos de la salud, la economía, la educación y el medio ambiente, entre otros.
Pero, ¿qué es un bosque sostenible? ¿Qué contribución puede hacer al desarrollo y bienestar de la sociedad? ¿Cuál es el conctexto específico en Cataluña?
En nuestro país ya son una realidad los chips informáticos, las bicicletas, las gafas, los enseres de cocina y los parachoques de vehículos fabricados con madera, entre muchos otros productos. De hecho, el 61% del territorio catalán es superficie forestal, y el 31% es terreno protegido.
Los productos forestales son un recurso clave y renovable. Además, su explotación, gestionada en el marco de una bioeconomía basada en criterios de sostenibilidad, no és ningún obstáculo para la conservación de espacios de interés natural, la protección de los cuales también está asegurada por la legislación regulatoria PEIN. En este contexto, el agua, la caza, la ganadería extensiva, las hierbas, las setas, las piñas (de piñones) y la madera se han vuelto a situar en el punto en el que se encontraban antes de la revolución industrial: en el centro del progreso de la humanidad, pero esta vez siendo respetuosos con los bosques.
Utilizar el agua respetando los cabales superficiales y subterráneos; poder consumir tanto la caza como los animales dométicos de la ganadería extensiva; recurrir a hierbas salvajes para alimentarnos, curarnos o aromatizarnos; aprovechar los frutos de los árboles y sus troncos; y, finalmente, usar la madera en nuestro día a día nos aporta como sociedad unos valores nuevos de compromiso con la propiedad forestal, las empresas del sector primario que están implantadas a nuestro alrededor y los desarrolladores de nuevos productos.
A la vez, la incorporación de los productos forestales en la construcción puede aumentar la eficiencia energética y la esperanza de vida de los edificios. La insonorización, el aislamiento, el mobiliario y la madera estructural son ámbitos en los que trabajar para ofrecer materiales apropiados en una sociedad que no puede continuar usando el petróleo para transportar bienes materiales no sostenibles.
El tejido empresarial formado por serradoras, fabricantes de muebles, carpinterías y ebanisterías es lo bastante importante como para desaprovechar su experiencia y sus relaciones internacionales. Son empresas presentes en todo nuestro territorio, no deslocalizables, familiares y comprometidas con la comunidad.
A todo este escaparate sólo hace falta añadirle la necesaria coordinación entre la gestión forestal privada y un tratamiento fiscal que favorezca la innovación hecha según criterios de sostenibilidad. Por ejemplo, aquellas antiguas cooperativas de campesinos que reunían las producciones de sus socios deberían ser habituales, también, entre los propietarios forestales. Las numerosas asociaciones de defensa económica en el mundo forestal han de poder caminar juntas para ganar mercados que se han perdido debido a una oferta de materiales inapropiada, obsoleta o sin continuidad.
El término ‘sostenible’ ganará peso cuando se demuestre que la actividad económica no está reñida con el bienestar ni los valores culturales de la sociedad. En Cataluña esto es posible, y el uso razonable de los recursos forestales puede ser una parte importante de este adelanto, un buen punto de partida para promover la sostenibilidad ambiental, el desarrollo humano, la ocupación digna y el dinamismo económico de acuerdo con los grandes acuerdos globales que marcan las pautas en la actualidad.
Artículo de Albert Rubiol, asesor técnico del Hub sobre Bosques i Sostenibilidad